A Estribor || Juan Carlos Cal y Mayor
Aranceles: ¿Y ahora qué?
A pesar de todos los esfuerzos del gobierno de Claudia Sheinbaum para satisfacer la voracidad política de Donald Trump, a partir de hoy entrarán en vigor los altos aranceles a nuestras exportaciones, que significarán un duro golpe para la economía de México. Nos lo ganamos a pulso, pensando que, escudados en nuestra soberanía, podíamos hacer lo que nos diera en gana sin advertir que le fuimos llenando el buche de piedritas a nuestro poderoso vecino. Amlo se peleó con el argentino Milei sin imaginar que ahora es su presidente consentido en Hispanoamérica. Le jugó a hacerla de líder de las izquierdas de los tiranos tropicales, colocándonos en el lado opuesto de la ideología y los intereses norteamericanos, y ahora estamos pagando las consecuencias.
Aunque no les guste, nos vamos a tener que mover poco a poco hacia la derecha, esa que tanto repudia el ala parasitaria y radical de Morena, para poder revitalizar la economía y así evitar el retiro de inversiones y mantener la planta productiva en varios sectores exportadores, como el automotriz, donde ya nada será igual. No es lo mismo colocar un aguacate en los anaqueles de las tiendas de conveniencia americanas que mandarlos a Europa o a China. Diversificar nuestros mercados suena bien, pero debimos hacerlo hace mucho tiempo —como lo hicieron los chinos— para evitar nuestra dependencia de Estados Unidos. Nos dormimos en nuestros laureles sin pensar que nada es para siempre.
INCERTIDUMBRE Y VOLATILIDAD
Los mercados financieros reaccionan de manera casi inmediata ante anuncios como este, ya lo veremos. Los nuevos aranceles generarán una caída en la confianza de los inversionistas, afectando el tipo de cambio y encareciendo las importaciones. Empresas mexicanas que exportan a Estados Unidos, especialmente en sectores como el automotriz, agrícola y manufacturero, enfrentarán una reducción en sus márgenes de ganancia, lo que se traducirá en aumentos de precios para los consumidores. La diferencia está en nuestro poder adquisitivo en contraste con el norteamericano.
Vamos a sentarnos a una mesa de negociación encabezada por Ebrard, a ver si salvamos lo que quede del T-MEC, pero será muy difícil ya con el gancho al hígado que nos acaban de asestar. México podría aplicar políticas retaliatorias, imponiendo aranceles a ciertos productos que ya nos acostumbramos a consumir cotidianamente, pero eso a Donald Trump le tiene sin cuidado. Por el contrario, los más afectados serían los propios consumidores mexicanos, quienes verían atomizado gradualmente su salario.
Si los aranceles se mantienen por un período prolongado, será imprescindible reforzar alianzas con otros socios comerciales. El T-MEC es una herramienta para defenderse legalmente de estas medidas unilaterales, pero Trump no tiene interés ni voluntad. Un aspecto importante sería el apoyo a las pequeñas y medianas empresas (PyMEs), que se verán afectadas por la volatilidad del mercado. Es a ellas a las que se les ha cargado la mano con el cobro coercitivo de impuestos para poder mantener los programas sociales que alimentan a la clientela parasitaria del gobierno.
VULNERABLES
La excesiva dependencia de nuestra economía hacia el mercado estadounidense nos hizo totalmente vulnerables ante decisiones arbitrarias y unilaterales como esta. Era imperativo impulsar un modelo económico de crecimiento diversificado. La inversión en ciencia, tecnología e innovación ha sido nula. Nuestro modelo educativo camina para atrás. Han privilegiado a los sindicatos —porque son sus aliados electorales— y no a los alumnos a los que ahora adoctrinan contra el capitalismo. Han monopolizado al sector energético, manteniendo empresas caras e improductivas como PEMEX y la CFE, coartando legalmente la inversión privada en aras de una falsa soberanía. Ahora le juegan al empresario con negocios a fondo perdido —que pagamos todos los mexicanos—, como Méxicana de Aviación, el AIFA, el TREN MAYA y hasta una cadena de hoteles. Seguimos sin producir un litro de gasolina en DOS BOCAS y ya, ¿para qué le cuento más?
LA CHINA CAPITALISTA
Para nadie es un secreto que la economía de China creció al amparo de su mano de obra barata, los nulos derechos laborales y jornadas extenuantes inimaginables para cualquier parásito sindicalizado en países como el nuestro. Sin embargo, no se cruzó de brazos. Para enfrentar el futuro y asegurar la no dependencia del extranjero, transitó hacia el capitalismo e invirtió en sus jóvenes. Apostó por energías para reducir su dependencia del carbón y del petróleo importado. Construyó múltiples plantas nucleares para diversificar su producción energética y reducir el uso de combustibles fósiles. Y desarrolló su propia industria de baterías y almacenamiento de energía. Desarrolló su propia industria de chips y microprocesadores. Sus empresas de autos eléctricos han crecido gracias a incentivos del gobierno para dominar este mercado sin depender de fabricantes extranjeros. En síntesis, han desarrollado sus propias tecnologías en estos sectores para competir con EE. UU. y Europa. A través de subsidios e inversión en infraestructura, ha convertido a sus fábricas en las más eficientes del mundo.
EL MODELO EDUCATIVO
China ha reconocido la necesidad de formar talento con pensamiento crítico y creativo. Aunque el sistema chino sigue siendo altamente competitivo y basado en exámenes, se han introducido cambios para fomentar el pensamiento crítico y la resolución de problemas. Ha aumentado la inversión en la enseñanza de estas disciplinas desde la primaria, con énfasis en programación, inteligencia artificial y robótica. Ha impulsado alianzas con universidades de élite —mientras aquí acabamos con el CONACYT—, pero también ha fortalecido sus propias instituciones —no como las Benito Juárez— para evitar la “fuga de cerebros”.
¿Qué hicimos en México?