En la Mira / Héctor Estrada
*** La desesperación verde, tras los mensajes triunfalistas
Finalmente se llevó a cabo la Asamblea Estatal del partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Chiapas sin sorpresa alguna. Con la desesperación disfrazada de mensajes triunfalistas y butacas rellenas de acarreados. No hubo posicionamientos definitorios, ni mensajes de relevancia que estuvieran más allá del discurso electorero carente de fondo real.
Y es que, en eso se convirtió lo que se supondría debería ser un encuentro partidista crucial rumbo al inminente proceso electoral de 2018. El encuentro de militancia no tuvo nada de asamblea; ni se deliberó, ni determinó nada. El evento se desarrolló como verdadero mitin electoral cargado de porras, aplausos y acarreados hacía la figura del organizador suspirante.
La incomodidad para competidores o corrientes divergentes como Luis Armando Melgar, Emilio Salazar y Fernando Castellanos resultó más que evidente. Habían sido invitados a un evento diseñado, orquestado y realizado para restregar ante propios y extraños el poder de la dirigencia estatal y su titular a fin de que no quedara duda del sentimiento de propiedad que aún pesa en torno a la figura del dirigente.
Lo único rescatable de lo dicho ahí tiene que ver con lo que tanto se ha referido desde las entrañas verdes: la exigencia a la dirigencia nacional del partido para no imponer al candidato al gobierno de Chiapas desde el centro del país. Ramírez Aguilar ahora ha propuesto al Comité Ejecutivo Nacional del PVEM someter la designación del abanderado (del verde o la posible coalición con el PRI) a una consulta abierta en la entidad chiapaneca.
Y la propuesta de Ramírez tiene una explicación evidente. La dirigencia estatal del Partido Verde sabe perfectamente que no tiene la simpatía presidencial y los dados en las cúpulas nacionales tienen los dados ya muy cargados hacía la figura del aún dirigente estatal de Partido Revolucionario Institucional (PRI), Roberto Albores Gleason. Las posibilidades de una orden desde Los Pinos para que se consume una alianza PRI-PVEM en Chiapas es muy alta y el dirigente estatal del verde no sería el beneficiado.
Por eso la idea de que sea a través de una consulta la designación del candidato. Porque ahí está el margen de maniobra que permitiría a la dirigencia estatal del verde en Chiapas poder aplastar a competidores directos con poderosos padrinazgos en centro del país como Luis Armando Melgar, pero sobre todo poner la cancha parea para competir con los intereses que hoy impulsan la candidatura de figuras Roberto Albores junior.
En resumen, la dirigencia estatal del Partido Verde le apostará a lo que mejor ha aprendido a hacer en Chiapas: ganar elecciones a base de despensas, apoyos condicionados y acarreados al por mayor. Nada nuevo, pero poco se pierde con intentar. Los liderazgos del PVEM dan la apariencia de ser verdes para todo, hasta para la política misma. Aún se reúsan a aceptar que las candidaturas de real relevancia, como la de gobierno estatal y federales, se deciden más allá de la política de aldeas; en lo nacional pues.
La insistencia de la dirigencia verde padece evidente demencia temporal. Se ha olvidado que el paso libre para Manuel Velasco durante las elecciones de 2012 fue decidido desde el centro del país. De lo contrario, María Elena Orantes no hubiese sido candidata por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuando ese partido gobernaba Chiapas, y Juan Sabines Guerrero hubiera impuesto al candidato que realmente quería. Pero los acuerdos y designaciones llegaron desde la Ciudad de México.
Hoy las cosas para el Partido Verde lucen más complicadas que antes. La dirigencia estatal no ha logrado la venia de las cúpulas nacionales y los tiempos se están agotando muy rápido. El Verde a nivel nacional deberá acatar la instrucción del PRI y hacerla efectiva en Chiapas, con o sin el agrado de los liderazgos locales; por lo que lo que hoy parece un discurso de corazón verde, pronto podría verse en la inevitable necesidad de mudar colores… así la cosas.