En la Mira / Columna

En la Mira / Héctor Estrada

La encrucijada de Morena en Chiapas

Mientras a la luz pública los jaloneos políticos entre los principales contendientes a la candidatura por el Movimiento de Regeneración Nacional están en el momento más intenso, al interior de las bases militantes la inconformidad por la postulación de figuras externas o de reciente ingreso parece convertirse en un serio conflicto que amenaza con generar desbandadas inminentes.

De lo que que no se ha hablado del proceso interno en Morena han sido los efectos de las postulaciones recientes. La realidad es que sí ha habido salida de militantes y simpatizantes insatisfechos con las listas de aspirantes aprobadas por la dirigencia estatal. Entre las desilusiones y los berrinches el problema que se cocina al interior es un asunto que se debe tomar con seriedad para evitar que alcance mayores dimensiones.

Y es que, el asunto es más complejo de lo que parece. El problema principal tiene su origen en las promesas falsas dadas a la nueva militancia para la conformación de los comités locales y la evidente falta de entendimiento y/u oficio político dentro de la nueva estructura partidista. Esa realidad dolorosa tan necesaria de comprender a la hora de enfrentar procesos electorales tan complicado como el que se avecina.

A las nuevas estructuras aspiracionales de Morena se les prometió un partido diferente, donde las candidaturas provendrían de las militancias de bases, trabajo y resultados. Ese fue el discurso vendido como verdadero e inquebrantable. Un partido lejano a las viejas prácticas y figuras de la política mexicana. Pero ¿se dejó en claro que esa modalidad requeriría de tiempo para construcción de figuras realmente competitivas a las grandes contiendas?

Morena en Chiapas no es lo mismo que Morena en la Ciudad de México donde la migración hacia el nuevo partido se dio junto a figuras de experiencia y amplio posicionamiento en opinión pública. Aquí se comenzó la construcción de un partido de las bases, con escasos liderazgos de renombre mediático y echando mano de valiosas personalidades que le permitieron algunos destellos entre la competitiva política local.

Sin embargo, en honor a la honestidad se debe ser claro con las bases militantes. Eso aún no es para aspirar realmente a una candidatura que alcance la gubernatura de un estado. Aunque no se puede tirar al pesimismo, las posibilidades son realmente pocas. Para que Morena pueda contender al gobierno de Chiapas como verdaderas posibilidades de ganar a base de candidaturas forjadas desde su militancia requiere de más años de trabajo en el encumbramiento de figuras. Y hoy no las tiene.

Desde mucho antes de que se comenzara con el jaloneo de suspirantes. Era claro que Morena debía acudir a candidatos externos o militancias emergentes si realmente quería aspirar a ganar la contienda de 2018. De lo contrario debía afrontar el proceso electoral que viene como un buen ejercicio para tomar experiencia y perfilar a sus figuras de bases para siguientes procesos electorales, donde resultaran ya más conocidos y competitivos.

Ese es justo el meollo que no se explicó a quienes se prometieron maravillas de corto plazo. Pensar que figuras como Oscar Gurria podría, a estas alturas, ser un candidato de real competitividad ante estructuras abominables como la priista o la verde era pecar de inocencia o soberbia. Por eso las circunstancias no dejan espacio a las dudas. Morena es una nueva fuerza de respeto, pero también requiere de candidatos más experimentados si en serio quiere ganar sus primeras batallas. De lo contrario, habrá que ser pacientes y esperar a nuevos procesos… así las cosas.