Código Nucú / César Trujillo
El fracaso de la política social
Fue, posiblemente, con el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol: cuyo arranque fue el 2 de diciembre de 1988 y que ha mutado a Progresa, Oportunidades y hoy Prospera, para adornar sexenios) que la política social en México
comenzó a ser un factor determinante, el cual fue “evolucionando” hasta llevar al asistencialismo al fracaso total. Hoy, 29 años después, podemos decir claramente que los programas sociales no han alcanzado sus objetivos y que la erradicación de la pobreza es simple decoración para el discurso.
Desde las primeras intentonas del asistencialismo que abanderara el Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural (Pider), la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados(Coplamar) y el mismo Sistema Alimentario Mexicano (SAM), allá por 1977, el objetivo primigenio de mantener un combate real contra la pobreza se ha ido extraviando en ensayos que buscan solamente acercar recursos a los sectores sociales pero que, hay que subrayar, se han visto condicionados políticamente y ahora caminan sin rumbo alguno, hasta abonar al descontento de una gran parte de la sociedad.
Hoy podemos decir que el asistencialismo ha fracasado porque quienes están al frente de los programas, como los que forman parte del sistema, perdieron el horizonte y se encargaron de tirar dádivas y migajas (sobras, pues) para mantener el control de todo: porque en México la pobreza es un negocio y los políticos (sumergidos en la frivolidad) la ven como la fábrica de votos que les permite seguir obteniendo canonjías y estar guindados del poder.
Desde el Pronasol que buscaba (en teoría al menos) erradicar la pobreza hasta la Cruzada Nacional Contra el Hambre que busca ser el paliativo que evite que las personas mueran de hambre, hay una marca ingente que es clara y que nos habla de la desorientación que vive en estos momentos la política social en nuestro país. Por ello, debemos entender que la mundialización de las trasnacionales y los mismos tratados se han convertido, junto al modelo económico actual, en depredadores que devoran todo lo que tocan y que han alcanzado la política social hasta ponerla en la lona. Es más, los expertos sindican, como culpables del fracaso de esta política asistencialista, al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y al gobierno de los Estados Unidos, entes manipuladores que, coludidos con los congresistas mexicanos, siembran los males que sufrimos todos.
Quizá por ello, año tras año, la política social se ve estrangulada por todos lados. Los programas se reducen y el descontento crece, crece y crece, y ese binomio que empezó caminando como una pareja de enamorados, principia ya a tener una brecha cada vez más larga y marcada. La crisis económica no se puede esconder y los recursos son cada vez más exiguos para dosificar el encono social. Es claro ya que el asistencialismo se ha encargado de hundir a los mexicanos y el resultado es el hartazgo que se palpa por doquier. El rezago es incuantificable, las carencias desbordan los límites y la medición de la pobreza no miente, al grado que el estancamiento que vivimos ha sido publicado por el mismo Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), aunque maneje, también, algunas cifras con un poco de maquillaje.
Decía la periodista Angélica Enciso, en una investigación publicada en el diario de circulación nacional La Jornada, con fecha en abril de 2011, que otrora “el Pronasol tenía acciones de bienestar social, entre ellas de salud, alimentación y educación. Después, el gobierno de Ernesto Zedillo dio prioridad a una línea: Niños en Solidaridad, que más adelante se convirtió en el Progresa, y desde 2001 en Oportunidades”.
Es decir, la política social venía buscando no maquillar sino derrocar la pobreza del país bajo la tutela de programas que crearan los mismos tecnócratas del PRI (Zedillo es el último de ellos, según coinciden algunos teóricos). Pero hoy esto parece desmoronarse como tierra apaleada por la sequía. La política social, que tiene una estructura teórica sólida, deambula en el limbo de los intereses mezquinos de la nueva forma de hacer política. Y agoniza. Y cobrará facturas. Ya lo verá.
Manjar
La cuenta regresiva está ya en marcha y los coordinadores federales, es decir, los que van a buscar ser senadores por Morena van a brotar. Ojalá y la encuesta sí se lleve a cabo y sea la propia militancia la que decida. Pío López Obrador debe quitar las manos y dejar de mover los hilos. Es justo y necesario, dice el párroco en la iglesia. #Yaveremos // La recomendación de hoy es La mala hora de Gabriel García Márquez y el disco Algo en común de Amaury Pérez. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
@C_T1
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