En la Mira / Héctor Estrada
Nuevo revés de la SCJN contra el Congreso de Chiapas
Este lunes la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) le dio un nuevo revés al Congreso de Chiapas, y especialmente al actual presidente de la Junta de Coordinación Política, Eduardo Ramírez Aguilar, quien parece estar acostumbrado ya a las exposiciones más vergonzosas a nivel nacional en materia de fracasos legislativos.
Y es que, la resolución emitida este 8 de enero se suma a otros descalabros aplicados por la máxima instancia constitucional del país contra la legislatura local, que desde hace más de dos años ha operado el aún dirigente estatal del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en Chiapas, también aspirante a una candidatura por el gobierno del estado.
El pleno de la SCJN invalidó la reforma electoral del estado de Chiapas en materia de financiamiento local a los partidos políticos; la cual disponía que en caso de desastre natural que implicara dar apoyos a la población afectada, se dejaría de dar financiamiento a los partidos políticos durante todo el tiempo de la contingencia, con el fin de que dichos recursos se destinaran a los damnificados.
La iniciativa presentada por el ahora presidente de la Junta de Coordinación Política, Eduardo Ramírez, reformó el artículo 52 del Código de Elecciones y Participación Ciudadana del Estado para que los gastos de campaña de 2018 se asignaran en su totalidad a la población en situación de desastre, dejando a las fuerzas políticas sin financiamiento para hacer frente al año electoral que apenas comienza.
Al resolver las acciones de inconstitucionalidad 145/2017 y 146/2017, presentadas por el Partido del Trabajo (PT) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), este lunes el pleno invalidó el decreto de octubre de 2017, pues se determinó que éste fue emitido dentro de los 90 días anteriores al inicio del proceso electoral local, en contravención a lo dispuesto por el Artículo 105 constitucional.
La eliminación de recursos públicos para campañas electorales no resultaba una idea descabellada, parecía respuesta a una exigencia ciudadana que desde hace ya varios años había circulado en las antesalas de los poderes legislativos (estatales y federal). Y tenía argumentos sólidos, estrictamente ligados al sistema político mexicano y el despilfarro de dinero público que termina derramándose en campañas electorales que honestamente ya nadie cree.
Sin embargo, en Chiapas, la eliminación total del presupuesto para campañas también abría recovecos que podrían significar riesgos para la democracia misma. Aquí el voto duro, ese que se mueve por condicionamiento o instrucciones superiores, aún es más numeroso que los sufragios a conciencia. El impacto de campañas en redes sociales o medios alternativos tienen efecto exclusivamente en las grandes ciudades, el resto, alejado de los nuevos modelos comunicacionales, seguiría votando de la misma forma.
La posibilidad de no tener campañas tradicionales podría terminar mermando a quienes realmentenecesitan de ellas para llegar a personas donde las nuevas campañas alternativas aún suenan distantes; lo que sin duda significaría una ventaja para los candidatos oficiales, armados con estructuras electorales listas para garantizarse votos seguros y publicidad a modo en esas zonas.
Eliminar el financiamiento público para las campañas políticas no significaba en consecuencia un proceso electoral con campañas austeras. Ahí es donde el financiamiento externo, el tramposo, podría jugar un papel coyuntural, beneficiando a quien más intereses represente. Si eso sucedía así, sin candados, las candidaturas emanadas de la ciudadanía sin financiamiento de “padrinos ocultos” padecerían la peor de las desventajas.
Por eso la importancia de la reciente resolución aplicada por la SCJN. Un revés que duele a Ramírez Aguilar y sus aspiraciones. Pero sobre todo expone sus carencias en materia de conocimiento constitucional y electoral. El paso de Eduardo Ramírez por el legislativo local ha estado plagado de errores y episodios vergonzosos que no ayudan mucho a su proyecto político, justo en el tiempo de definiciones donde sus más grandes ambiciones podrían esfumarse… así las cosas.