Enrique Alfaro / Columna

Hoja de apuntes / Enrique Alfaro

* La naturalización de las intromisiones

La compleja situación que enfrentan los partidos políticos en Chiapas tiene su origen, fundamentalmente, en la grosera intromisión del actual ejecutivo del estado, Manuel Velasco Coello. Los últimos tres gobernadores de la entidad se han distinguido por influir marcadamente en los institutos políticos pero con el gobernador emanado del verde se ha llegado a verdaderos extremos.

Pablo Salazar, por ejemplo, enamoró a ocho partidos para que lo postularan y manipuló la vida interna de ellos. Al PRD, PAN y PT los empoderó durante su periodo pero fue sobre el sol azteca que mantuvo un ferreo control, lo que provocó fisuras y renuncias de destacadas personalidades perredistas.

Al término de su mandato, Salazar traicionó al presidente Vicente Fox y al Partido Acción Nacional. El gobernante terminó rompiendo su alianza con la presidencia de la república panista y apoyó a Andrés Manuel López Obrador a condición de que su alianza, encabezada por el PRD, postulara a Juan Sabines Guerrero quién le ganó al candidato priista en una apretada elección marcada por las irregularidades.

En ese proceso los panistas se habían distanciado de Salazar y Francisco Rojas, abanderado albiazul, declinó a favor del priista Aguilar Bodegas quién estuvo muy cerca de ganar. Sabines habilmente se colocó como el gobernador perredista que legitimó a Felipe Calderón.

Ya en poder, Sabines promovió un intervencionismo en otro sentido. Mantuvo y cultivó una buena relación con las direcciones nacionales de los partidos políticos. A mediados de su mandato se congració con el PRI, PAN y PRD, al lograr que de las 12 diputaciones federales de la entidad, cada uno de los partidos ganara 4. “Decisión salomónica”, comentaban con sorna los analistas políticos.

Al final de su periodo, Sabines traicionó nuevamente al entonces presidente panista y a su propia dirigencia perredista y terminó impulsando a Manuel Velasco por el PVEM y el PRI. Desfondó a sus antiguos aliados y redujo a su mínima expresión a los partidos que lo postularon.

A diferencia de sus dos antecesores, Manuel Velasco promovió un intervencionismo que ha tenido como propósito simple el debilitar a todos los partidos nacionales. Desde el inicio de su sexenio, Velasco traicionó abiertamente su alianza con el PRI e inició la creación de dos partidos locales, Podemos Mover a Chiapas y Chiapas Unido, que obedecen estrictamente sus instrucciones. El gobernador verde siempre ha querido todo para él y su partido, con la ayuda de los instituto locales que financió y puede desaparacer en el momento que guste.

Velasco también se ocupó de que las dirigencias del PAN y PRD en la entidad respondieran a su mandato y no a la dirigencias nacionales correspondientes. Por eso la coalición “Chiapas al frente”, que incluye al PAN y PRD, enfrenta problemas internos derivados de los caballos de troya que significan los dirigentes estatales.

Y, en el caso de la coalición “Todos por Chiapas” encabezada por el PRI, Velasco se encargó de retirar al PVEM estatal y a los partidos satelites, Podemos Mover a Chiapas y Chiapas Unido, que sólo existen para obeder a los interese del actual gobernador.

Caso aparte merece la coalición “Juntos haremos historia”, encabezada por Morena, que convenientemente postuló a un empleado del joven Velasco. 

Así las cosas, Salazar fue el gran enamorador de los partidos (lo postularon ocho institutos), Sabines fue el salomónico repartidor del poder (para obtener control) y Velasco es el manipulador todos en beneficio exclusivo de su poder y del PVEM. Al final de sus sexenios todos los gobernantes han traicionado a sus aliados.