Artículo Único / Ángel Mario Ksheratto
Desapariciones voluntarias
¡Socorro, viene el lobo! El chaval del cuento, engañó por varias veces a los pobladores de la aldea quienes, al final, decidieron no subir a la colina para ayudar al pastor el día que, de verdad, el lobo se apareció. Sucederá lo mismo si la gente no se responsabiliza de sus actos y si juegan con el sentimiento colectivo, haciéndose pasar como víctimas de hechos preocupantes.
Hace un par de semanas, varias personas fueron reportadas como “desaparecidas”; las redes sociales se volcaron en apoyo, muchos, basados en dos lamentables sucesos que, semanas atrás, conmocionaron a los chiapanecos: la desaparición y asesinato de dos jóvenes (Gloria Castellanos y Adán Gómez González), cuyos presuntos criminales fueron detenidos poco después.
La versión oficial tras la aparición con vida y con bien de los desaparecidos, es que éstos, decidieron alejarse de su familia por voluntad propia, alegando problemas personales e incluso, una de éstas personas, se presume, decidió desaparecer para no pagar una deuda de entre cien y doscientos mil pesos.
Podría ser intrascendente el asunto, de no ser porque, al menos durante los días que tardaron las autoridades en localizarles, se creó un clima de incertidumbre, zozobra, paranoia colectiva y pánico generalizado. Rumores hubo en el sentido que los “secuestrados”, pudieron haber sido víctimas de una banda de traficantes de órganos, lo que aumentó el terror en la población.
Es bueno que aparecieron con vida; es malo que sean irresponsables y contribuyan a esparcir el miedo, que por supuesto, tiene su base en la creciente inseguridad, tema en el que poco éxito han tenido los encargados de garantizar la seguridad de los chiapanecos.
Es cierto que, comparado con otros estados, Chiapas goza de relativa seguridad pública. Relativa porque los robos, asaltos a casas, asaltos callejeros y robos en comercios, van en aumento y los criminales, empiezan a recurrir a cierto grado de violencia, lo que es en sumo, preocupante.
Las decisiones de cada quien, son respetables y, por supuesto, responsabilidad personal. Sin embargo, bueno sería que se legisle para sancionar con severidad a quienes se van sin dar aviso, puesto que con esas acciones, provocan caos y pánico. Principalmente, porque algunos casos rayan en lo delictuoso.
Lo rescatable de todos esos affaires es que las redes sociales, son instrumento efectivo ya para presionar a las autoridades, ya para procurar soluciones o ya para lograr exitosas empresas de esa naturaleza. Pero hay que decir también que son generadoras de pánico, cuando ninguna autoridad ofrece explicaciones certeras sobre los casos que se han presentado en Chiapas.
Independientemente de la presunta víctima y su familia, deben publicitarse con claridad las causas del por qué, algunos irresponsables toman la determinación de alejarse del núcleo familiar sin advertir a sus familiares. Especialmente porque se crean historias falsas, sospechas y conjeturas que en nada contribuyen a la verdad.
Servirá, la legislación, para evitar más casos similares. Y para advertir a quienes jueguen ese tipo de bromas, que no quedarán impunes. Ha sido legítima y bien ponderada la reacción de la sociedad; la solidaridad ha sido increíble. Por el bien de la gente de buena voluntad que contribuye compartiendo, denunciando y exigiendo, debe haber sanciones.
A la larga, nos pasará como el chavo del cuento de Cédric Ramadier: nadie acudirá en ayuda de nadie, puesto que han jugado con uno de los temas más sensibles de hoy día.
Tristemente, actitudes como esas, orillan a la gente a no cooperar en otros casos que sí podrían poner en verdadero riesgo a otras personas.
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