Letras Desnudas / Mario Caballero
*** Desde abajo del mar
Otro periodista fue asesinado. Ahora se trató de Juan Carlos Huerta, conductor del programa radiofónico Panoramas sin reserva. Según los primeros reportes fue ultimado a balazos cuando salía de su casa en la ciudad de Villahermosa. Hombres armados a bordo de una camioneta y un coche le cerraron el paso y le dispararon. Minutos más tarde, Arturo Núñez, gobernador de Tabasco, confirmó la muerte y dijo que se descartaba el robo. Esa es la realidad de México, que compite con Irak y Siria en asesinato de periodistas.
Ese evento ocurrió en la mañana del martes 15 de mayo. Y con ese homicidio ya son cuatro en contra de comunicadores en lo que va del año. El 6 de enero fue asesinado José Gerardo Martínez, editor de la agencia de noticias El Universal, lo balearon en un supuesto asalto cuando se dirigía a un tianguis de Coyoacán, en la Ciudad de México. Una semana después, el 13 de enero, a Carlos Domínguez Rodríguez, de 77 años de edad, del Diario de Nuevo Laredo, lo mataron de 21 puñaladas. Leobardo Vázquez Atzin, que desde hace muchos años venía trabajando para el periódico La Opinión y era dueño del portal de noticias Enlace Gutiérrez Zamora, fue asesinado el 21 de marzo.
La imparable violencia en México está provocando que empresas trasnacionales se vayan a otros países, está acabando con la economía, está convirtiendo al territorio mexicano en un camposanto y ahora está matando periodistas.
En lo que va del gobierno de Enrique Peña Nieto, que no ha podido hacer nada en esta fracasada lucha contra el narcotráfico, suman ya 43 atentados de comunicadores y trabajadores de medios de comunicación. Nada más en 2017 fueron ultimados 12 periodistas, según Amnistía Internacional, que indicó que ese año la violencia extrema aumentó en todo México.
Ante esa crisis, el gobierno ha ofrecido una explicación simple y rutinaria: las bandas disputan entre sí por las rutas y las plazas.
MULTIPLICACIÓN DEL CRIMEN
Al saber del asesinato de Huerta me di al ejercicio de curiosear en internet. En la barra de búsqueda de Google escribí “periodista asesinado en” y para terminar la frase me aparecieron en automático los siguientes resultados: México, Veracruz, 2018, 2017, México desde 2006, el mundo y 1994, este último se refiere a un artículo del diario El País en el que se habla de 72 periodistas asesinados en el mundo y que 58 de esas muertes fueron por motivos políticos.
¿Por qué matan a los periodistas? Esa duda me llevó a escribir “violencia contra periodistas” e inmediatamente me apareció: en México, en Guatemala, en Venezuela, en Colombia y en Latinoamérica. Por el tema de violencia busqué “balacera en” y las opciones que me ofreció el buscador fueron: Tapachula, San Cristóbal de las Casas, Zinacantepec, Cancún, Reinosa y Veracruz.
A continuación escribí “secuestro” y las alternativas son: Chiapas, Reforma Chiapas, México, Coatzacoalcos, Monterrey, Guadalajara, Tijuana, Tecámac y Oaxaca. Después busqué “enfrentamiento” y el algoritmo me arrojó: Oxchuc, San Cristóbal de las Casas, Yajalón, Jalisco, Aldama, Reinosa, Río Bravo, Nuevo Laredo, Puebla, Sinaloa, Veracruz, Chihuahua y Zihuatanejo. Por último, “cobro de piso en”: Apodaca, Xalapa, Acapulco, México, Tijuana, Querétaro, Puebla, La Condesa, Laredo, Michoacán y Tampico.
Como podemos ver la violencia está en todas partes. Se ha venido esparciendo en lugares donde hace una década no teníamos ningún reporte. Por ejemplo, el estado que acumuló el mayor número de víctimas de homicidio en el primer trimestre de 2018 no fue el Estado de México, tampoco Guerrero ni Baja California, sino Guanajuato.
La violencia criminal ahora está en la sierra, en el Sur, en los estados del Norte, en la frontera, en las grandes urbes y en las rancherías donde antes lo más escandaloso eran los pleitos de borrachos. ¿A qué se debe esa dispersión del crimen? Sinceramente no lo sé. Pido una disculpa por mi ignorancia. Lo único que puedo ofrecerle es una teoría.
Antes del gobierno de Vicente Fox la delincuencia estaba dominada por seis o siete organizaciones que se dedicaban en específico al narcotráfico. Siendo así, la violencia de los cárteles se concentraba en las zonas de producción del cultivo ilícito y en las rutas de tráfico de drogas, como ciudades fronterizas y puertos.
Al ser estas bandas enfrentadas por el Estado, sus estructuras fueron mermadas y muchas perdieron a sus cabecillas en los tiroteos o están en prisión. Esta fragmentación, desde luego, vino a multiplicar los cárteles en pequeñas células que hoy se presume son alrededor de quince o más, entre ellas los Rojos, Guerreros Unidos, Tequileros, Ardillos, Metros, Viagras et al.
Ahora bien, estas bandas de reciente creación no tienen la misma complejidad que sus antecesoras. No tienen los contactos en Colombia para mover decenas de toneladas de cocaína. No cuentan con las redes de distribución ni con los socios en Estados Unidos. Por lo cual se dedican a secuestrar, robar, extorsionar y en poca medida a traficar drogas. A la sazón, si su operatividad no es sólo contrabandear narcótico sino explotar las economías locales, cualquier lugar en México es bueno.
NO SON HÉROES
A partir de la guerra contra las drogas el interés de numerosos reporteros se desplazó a las zonas de conflicto. Después de que cubrían temas de política, economía o de derechos humanos, ahora están cara a cara con la violencia. Y como la responsabilidad del informador no se limita a levantar los inventarios de los daños, sino a alertar lo que se pierde con esos daños, vive amenazado.
La función de los periodistas no sólo es informar, sino que a través de esa función se denuncian los abusos y las arbitrariedades que a su vez logra darle equilibrio a los Poderes del Estado al ser expuestos ante la opinión pública. Sólo por esa labor que aportan a la sociedad es lamentable que sean asesinados y que sus muertes nos sean indiferentes. Ellos hacen su trabajo, pero ¿quién los protege?
En 2011, Marcela Turati, fundadora del colectivo Periodistas de a Pie y autora de Fuego cruzado, acompañó a las madres que buscaban a sus hijos en una de las tantas fosas comunes descubiertas en San Fernando, Tamaulipas, y una de ellas le dijo: “¿Para qué vienen ahora? Llevamos mucho tiempo hablando sin que nadie nos escuche. Parecía que hablábamos desde abajo del mar”.
Esa misma impotencia la padecen ahora mismo los que escriben, los que narran las historias del narco desde los periódicos, los que dignifican el oficio reporteril trayendo el horror a las páginas y las pantallas. Es irónico que quienes mucho hablan no logran ser escuchados. Parece que hablaran desde abajo del mar.
Hemos visto un debate entre candidatos presidenciales y otro por quienes aspiran gobernar a Chiapas. En ninguno de los dos casos se habló de la protección a la libertad de expresión y menos se dieron propuestas concretas de cómo acabar con la violencia que nos atañe a todos. Si los futuros gobernantes son incapaces de hablar del problema, lo que se esperan son más reporteros muertos por el único hecho de decir la verdad de nuestro entorno.
La amnistía a los criminales que ofrece López Obrador no sirve, porque eso sólo daría impunidad a quienes han dejado huérfanos de padre o madre a decenas de familias. Lo que se necesita es proteger a los periodistas, al derecho de prensa, de expresarse con libertad y la urgente imposición del orden público en un acto de defender al más débil frente al poderoso.
El escritor Alan Moore dijo que el arte de ser héroe es saber cuándo dejar de serlo. Pero México no necesita héroes, sino la garantía de que ejercer el periodismo no sea motivo de perder la vida.
PARA MAGDALENA
Estás en Francia, lo sé, visitando a nuestros abuelos. Y yo, prima, me he quedado en esta hermosa tierra y el pasado lunes 14 de mayo fui testigo del inicio de la Jornada Nacional de Salud y Bienestar organizada por la sección 40 del SNTE, cuyo propósito es brindar herramientas y conocimiento a todos los maestros agremiados para tener la cultura de la prevención en la salud. Para ello se contó con la participación de dos especialistas, uno nacional y otro extranjero. En verdad es digno de reconocimiento el esfuerzo y la preocupación que hace la dirigencia nacional por implementar este tipo de programas porque la salud no es un juego y los docentes jubilados merecen ser atendidos por todo lo que dieron a favor de la educación. ¡Chao!
@_MarioCaballero