Ariel Grajales Rodas
Anécdota
En los tiempos en que las carretas eran dueñas de las polvorientas calles de Villaflores y los terrenos conocidos como La Esperanza, en las faldas del cerro Nambiyuguá, se llenaban de gente “pepena nanchi”, vivió Mercedes, mejor conocido como Mechón.
Mechón no se perdía ningún sepelio. Le gustaba asistir a las excavaciones de las tumbas de los recién fallecidos, pero no por solidaridad o buena gente, sino que era la forma de comer gratis, pues se acostumbraba a dar alimentación a las personas que participaban en la elaboración de las fosas.
Cuando alguien quería saber quién había pasado a mejor vida en el pueblo y sus alrededores, Mechón era la fuente informativa más confiable. Se puede decir que fue el primer obituario oral en la Frailesca.
Cierto día, un grupo de maloras decidió jugarle una broma a Mechón, aprovechando su buen apetito a la hora de sentarse a comer, luego de la faena en el panteón.
Le sirvieron un caldazo de gallina de rancho aderezado con harto chile habanero y galana ración de cebolla “macho”.
Mechón no esperó más y luego de ingerir los primeros bocados, lanzó su frase que fue recordada en la posteridad: ¡Como mero me gusta!