Código Nucú / César Trujillo
*** La política, los políticos y sus males añejos
La incongruencia e improvisación son dos males que le han hecho mucho daño a la política en Chiapas. De ahí el descrédito que arrastran quienes se sumergen en este arte tan malinterpretado. Pocos, eso sí, son aquellos que se salvan. Si se analiza lo que dicen, y se contrasta con aquello que terminan haciendo en la práctica, brota la incoherencia en la mayoría de los casos. La doble moral los persigue y exhibe fuera de lo que pensaron ser en un inicio, en algunos casos. Terminan, pues, siendo parte de lo mismo. De esa mafia que comulga bajo el mismo esquema: el de la corrupción y las manchas por su paso en la administración pública.
Porque desde nuestras trincheras hemos sido testigos de cómo muchos de esos sueños y anhelos que ponderaron en un inicio se tuercen, se fisuran y se esfuman. Y los que se salvan se quedan en el olvido, o en las sentencias donde el exilio las congela hasta por una eternidad. Parece una maldición que aplasta a la mayoría de políticos y los marca, los persigue. Aquellas buenas voluntades, entonces, que plantearon se hacen humo y en poco tiempo los vemos cortados con la misma tijera. Esa que los ensarta en el mismo eje y que los enmarca como parte del mismo mal. La que los coloca en las mismas prácticas rancias que tienen hoy al país harto y cansado, sumido en un impasse terrible, aunque esperanzado de que las cosas cambien pero ¿a qué costo y hasta cuándo?
Siempre me he preguntado ¿en qué parte se tuerce todo?, ¿en qué momento las buenas voluntades terminan soterradas para dar paso a la voracidad, a los ilícitos que han permeado todas y cada una de las instituciones? Porque he sido testigo de muchos que llegaron con ideas de cambio y los he visto terminar manchados y siendo parte del problema que alguna vez criticaron. Los he visto derrumbarse y erigirse como otros personajes diferentes. Porque he escuchado muchas veces sueños que, de ser llevados a cabo, significarían un cambio real pero en alguna parte se hacen humo. Lo cierto es que los hilos que se mueven son desde arriba, desde las cúpulas donde la dedocracia impera. Desde ahí se decide todo y lo sabemos bien.
El descrédito es ingente y es una realidad incuestionable en toda la geografía mexicana. El electorado ya no confía en los institutos políticos: sea cual sea el color partidista. Todos han sido parte de este mal que nos oprime y nos ha sembrado un retroceso del que nos costará mucho rato poder salir. El electorado no confía ya en nada, menos aún en las promesas que sabe son un refrito de lo mismo desde hace mucho tiempo. Por ello, con un escenario donde las instituciones están rebasadas, con personajes inoperantes al frente, sólo resta apostarle a aquellos rostros que parece que no son parte de lo mismo y que podrían significar un cambio.
Las improvisaciones en la administración pública apenas van a pasar las facturas de todos y cada uno de los errores que se han cometido en los sexenios anteriores (ya lo verá). Quienes lleguen a los diferentes puestos de elección popular tendrán la oportunidad de hacer las cosas bien, ¿lo harán posible? Esa es una respuesta que no sabemos con certeza y sería difundir un rumor como una verdad, pero lo que sí sé es que si esta interrogante se somete a una consulta pública la respuesta será unánime y brotará del clamor del desencanto y el malestar. No hace falta ser adivino o aprendiz de brujo para entender que la respuesta es un “no, no harán nada”, “todos son iguales”, “todos roban”, “sólo les interesa el poder”, y demás joyas que son producto del pésimo caminar de los políticos en el poder.
Así, en la antesala de los comicios del 2018, quienes aspiren a hacer un cambio real, quienes aspiren a hacer las cosas de manera diferente, tienen no sólo que luchar contra el hartazgo generalizado de la sociedad que ha visto desmoronarse este país y cada una de sus entidades federativas ante la corrupción e impunidad que abanderan quienes se encuentran en el poder, sino que deben afrontar los obstáculos que el sistema que manejan las cúpulas les pongan, más las cuotas que les exijan. Falta mucho por ver, eso sí. Por eso seguiremos creyendo que otro México es posible y que este mal debe terminarse cuando la ciudadanía haga lo propio.
Manjar
Ayer tuvimos la oportunidad, en la Asociación de Columnistas Chiapanecos, de platicar con el precandidato a la diputación local, por el Distrito II de Tuxtla Gutiérrez, Manuel Sobrino. En la charla nos dijo que hoy los ciudadanos lo que desean es conocer a la persona y que por ende votan por ella, no por los colores, es decir, no sufragan por los partidos, pues los corruptos en un momento dado no son éstos, sino las personas. Cierto. Lo mismo pasa con quienes pasan por las instituciones (y lo hemos señalado). Es de reconocer que Sobrino no vive de la política. Digo, nunca ha sido regidor, diputado o presidente municipal, y su patrimonio, como nos contó, está construido con base en su actividad profesional como abogado y empresario. En la charla respondió de forma cabal a cada una de las preguntas. No comulgo con el PRI y he criticado a sus adeptos, señalando lo que considero no es. Muchos lo saben. Sin embargo, reconozco a un hombre de lealtades y hasta hoy Manuel Sobrino lo ha sido con su instituto. Pocos son los políticos que ponen la ideología y los colores antes que lo demás. No sé si sea el candidato y si lo es, logre llegar al Legislativo, pero conoce bien del tema. Eso que ni qué. #Comicios2018 // La recomendación de hoy es Cuando ya no importe de Juan Carlos Onetti y el disco Abre de Fito Páez. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
* Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.
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