A ESTRIBOR / Juan Carlos Cal y Mayor
*** Perú, el contragolpe
Poco o casi nada es lo que en realidad sabemos los mexicanos respecto de lo que venía sucediendo en Perú. Bastante ocupados estamos con lo que a diario acontece, nuestra lucha cotidiana contra la carestía y por la supervivencia. Lo más reciente es que el Congreso de ese país no otorgó permiso al entonces presidente Pedro Castillo para viajar a México a la cumbre de la Alianza del Pacífico.
De ahí la sorpresiva noticia con la transmisión en vivo donde Pedro Castillo anunciaba un estado de excepción (suspensión de garantías individuales), un toque de queda, la disolución de los poderes legislativo, judicial y la fiscalía de justicia. Anuncio que, por cierto, no fue secundado ni por sus propios ministros que comenzaron a dimitir uno a uno a partir de ese momento.
A la par uno se podría imaginar que las tanquetas militares estarían ocupando la sede de dichos poderes y las calles de Lima. Lo cierto es que las fuerzas armadas no secundaron el llamado del presidente, siendo que el Congreso sesionó inmediatamente después para declarar la “vacancia” del presidente, procediendo a nombrar conforme a la constitución a la vicepresidenta Dina Boluarte como nueva presidente de Perú.
CORRUPCIÓN AL MÁS ALTO NIVEL
La historia no empezó ahí. En realidad, la presidencia de Castillo venía atropelladamente provocando su eventual fracaso. Basta “googlear” un poco para percatarse de la serie de escándalos de corrupción en que se vio directamente involucrado desde el inicio de su gobierno. Se iba a dar esa misma tarde la tercera votación consecutiva para la remoción del presidente “por incapacidad moral”, de acuerdo a la ley. Fue su propio partido el que siendo mayoría lo habría impedido. Eran ya tan evidentes y públicos los señalamientos hasta de sus propios funcionarios respecto de entregas en “cash” de millones de dólares en manos del propio presidente, que la situación era insostenible.
Eso es lo que no se sabe y no se dice en nuestro país. Allá la fiscalía es autónoma respecto del poder ejecutivo y no puede sustraerse de la acción de la justicia. Igual pasó en Argentina recientemente con la vicepresidenta Cristina Kirtchner, condenada a seis años de prisión e inhabilitada de por vida para ejercer cargos públicos por actos de corrupción y en escandaloso enriquecimiento desde que su marido Ernesto Kirtchner fue alcalde de Santa Cruz antes de ser primero presidente.
NO ES PERSECUCIÓN POLÍTICA
Y no, no se trata de persecuciones políticas ni complots desde una élite que es como nos lo quieren hacer ver, sino de comprobados y reiterados actos de corrupción y enriquecimiento millonario con fondos públicos y sobornos. Aunque el singular aspecto popular del ensombrerado ex presidente del Perú lo hiciera parecer un cándido personaje -bastante ignorante, por cierto- el hecho es que ya no tenía manera de probar y convencer a nadie de su inocencia.
INJERENCISMO
Por eso resulta lamentable la postura diplomática de México que ya tenía planeado recibir a Pedro Castillo, en calidad de prófugo de la justicia para darle asilo. No es eso a lo que se refiere nuestra ley ni la naturaleza de esa figura jurídica. Contrario -y no acorde como insisten en señalar- a la doctrina Estrada respecto de la no intervención y el respeto a la autodeterminación, el gobierno de México ha adoptado una postura injerencista y de manera reiterada. Lo hizo enviando un avión civil piloteado por militares para “rescatar” a Evo Morales que pudo incluso ser derribado ocasionando un conflicto mayor. Lo hizo solidarizándose con Cristina Kirtchner y ahora con Pedro Castillo sin importar las investigaciones sobre hechos de corrupción en ambos países.
DIPLOMACIA IDEOLÓGICA
México dio asilo a Trotsky perseguido político de Stalin quien mandó después a asesinarlo en nuestro país. También a más de 20,000 refugiados españoles durante la guerra civil. A Hortensia Bussi, la viuda de Salvador Allende. Se trataba de persecuciones de índole política y no de políticos rapaces como Castillo que pretendía evadir la acción de la justicia.
Preocupa no solo el sesgo ideológico que se está imponiendo en nuestra política diplomática erosionándola, sino la retorcida manera en que se interpreta lo que están haciendo con sus aliados de la izquierda latinoamericana, exonerándolos sin reparar en sus corruptelas y justificando la instalación en el poder de regímenes autocráticos.