Ernesto Gómez Pananá / Columna

Galimatías / Ernesto Gómez Pananá

*** Eje Bogotá-La Ruana-Comalapa

Gobernar -dicen quienes saben-, no es un asunto fácil. Atender una responsabilidad en el servicio público tampoco. La mayoría de las veces se trata de prometer -o comprometer- sabiendo que cumplir será una harto difícil, si no que imposible, si no, incluso mera demagogia. Otra forma de explicarlo raya en lo esquizofrénico: hacer siempre más, con menos. No por nada Platón equiparaba la burocracia -en su acepción honorable- con el sacerdocio o la milicia. Una vocación sabia y entregada dedicada al servicio.

México es una nación medianamente joven, su época moderna enfrentó retos enormes: educación, vías de comunicación, pobreza. Las cosas han cambiado en los últimos 25 años, hoy la inseguridad y la presencia de la delincuencia organizada son el mayor reto gubernamental a todos los niveles, y con frecuencia pareciera que la respuesta no alcanza a correr al ritmo de los delincuentes.

Traigo todo esto a cuenta porque no encuentro en mi memoria antecedente de algo como lo sucedido el pasado 15 de septiembre en algunos municipios de Chiapas y varios más en el resto del país: los festejos del Grito de Independencia fueron suspendidos debido a la inseguridad que provoca la presencia de distintos grupos de la delincuencia organizada en más de una veintena de municipios del estado, la lista es larga y preocupante, si no es que espeluznante:

Motozintla, Frontera Comalapa, Mazapa de Madero, El Porvenir, Bejucal de Ocampo, La Grandeza, Bella Vista, Siltepec, Amatenango de La Frontera, Mazapa de Madero, Chicomuselo, Honduras de la Sierra, Ángel Albino Corzo, y Benemérito de Las Américas. Esto sin dejar de considerar que, por conflictos sociales internos, las celebraciones también fueron suspendidas en La Concordia, La Trinitaria, Maravilla Tenejapa, Marqués de Comillas, Altamirano, Tila, Oxchuc y Pantelhó. Insisto estimados y patriotas siete lectores: la situación es preocupante y la perspectiva espeluznante.

El combate a la pobreza a través de los programas sociales de esta administración ha traído beneficios para algunos cuestionables o polémicos, pero a todas luces favorables: difícilmente alguien puede oponerse, por ejemplo, al incremento en los salarios mínimos. Paradójicamente esto es, parafraseando a Mario Benedetti un desafío en el que cuando creíamos tener todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas y hoy, el gran problema nacional pareciera que ya no es la pobreza sino la violencia provocada por los grupos de la delincuencia organizada que controla significativos tramos del territorio nacional. Al cambiar el problema, es imprescindible cambiar urgentemente los mecanismos de respuesta. Es esto o la barbarie a niveles jamás imaginados: colombianizar el país; michoacanizar todas sus entidades; hacer de todo Chiapas un enorme Comalapa.

El tiempo apremia.