Juan Carlos Cal y Mayor || Columna

A ESTRIBOR || Juan Carlos Cal y Mayor 

*** El miedo a la libertad

En 1941, en plena guerra mundial, Erich Fromm el filósofo alemán publicó un libro que se adentraba en las entrañas del totalitarismo, y lo ejemplificó en la Alemania de Hitler. “El miedo a la libertad se centra en los mecanismos de la psicología humana que conducen a comportamientos en la conciencia colectiva de las sociedades, por los que se produce una renuncia consciente a la personalidad individual en favor de la obediencia ciega de las masas hacia un líder superior, cuyas normas y directrices se acatan disciplinadamente por muy contrarias que sean a la razón, el más elemental sentido común, y los derechos fundamentales de las personas.”

Se trata de un debate histórico y filosófico. La libertad no es hacer lo que nos venga en gana si eso va en contra de la libertad de otros, si transgrede la ley incluso los usos, costumbres o tradiciones que son también fuentes del derecho. Es quizás una interpretación en estricto sentido conservadora (de conservar), que se contrapone a libertad entendida como libertinaje. El ejercicio de la libertad pasa por un proceso evolutivo y gradual, aunque en ocasiones se torna disruptivo. Es lo que sucede ahora con las ideas llamadas progresistas que, en un afán no siempre sincero, radicaliza posturas e intenta imponer intolerantemente criterios al resto de sociedad perturbando las reglas de la convivencia. Minorías que más que respeto a sus derechos pretenden obligar a pautas de conducta al resto de la sociedad.

Lo vemos ahora manifestándose con fuerza en expresiones como el feminismo radical, los derechos de la comunidad LGTV-etcétera, la legalización de las drogas para uso lúdico o el llamado derecho a decidir en temas como el aborto. No hay racionalidad, la ira es el hilo conductor de la discusión pública. Es, por ejemplo, la protesta callejera que se toma la libertad como derecho para destruir la propiedad de otros que no tienen ni vela en el entierro. A nosotros qué nos importa, por las razones que sea, que alguien haga en su intimidad uso de su sexualidad como le venga en gana. Nada lo prohíbe, pero tampoco debe obligar a terceros. Es normalizar algo que debe ser respetado, pero no necesariamente aceptado. ¿Puede un hombre vestido de mujer ingresar a un baño de mujeres? ¿Debe haber un baño exclusivo para ellos, ellas o elles? ¿Estamos obligados a utilizar el lenguaje inclusivo, aunque trasgreda reglas gramaticales? ¿Es una ofensa o discriminación no tratar a alguien de acuerdo a su autopercepción, aunque se sienta jirafa?

CONTRADICCIONES

Es una contradicción que el ser progresista sea necesariamente ser de izquierda. Históricamente, en los hechos, ha sucedido lo contrario. Los regímenes socialistas o comunistas totalitarios criminalizaron y reprimieron la homosexualidad. Stalin prohibió explícitamente la homosexualidad masculina con hasta cinco años de trabajos forzados en prisión. Para el patriarca chino Mao Zedong, los homosexuales eran «enfermos mentales» y «elementos contrarrevolucionarios». Para Fidel Castro, la homosexualidad era «una degeneración que no podía tener lugar en la sociedad», mientras que para el Che Guevara la homosexualidad era inaceptable en el socialismo. Mas recientemente el venezolano Nicolás Maduro usó el adjetivo «homosexual» como insulto contra sus opositores.

No vayamos lejos. La cuarta transformación tiene graves contradicciones al respecto. López Obrador no es ni remotamente un progresista ni mucho menos liberal a pesar que para él quien piensa distinto, es conservador. Una parte de la izquierda celebra como Sheinbaum que en las escuelas las niñas usen pantalón lo cual no es ninguna novedad, sino normaliza que los niños usen faldas si así les place, solo que no estamos en Escocia. No ha sido precisamente la agenda del presidente, no cree en eso. Piensa como en los setentas.

LA BATALLA CULTURAL

La llamada batalla cultural se ha trasladado al mundo de la política y la economía. Un estado fuerte debe concientizar vía el adoctrinamiento las garantías de la colectividad. Se trata de una intromisión que afecta la libertad individual. Mientras que para algunos ser «woke» o progre, es tener conciencia social y cuestionar la opresión impuesta históricamente por la sociedad, para otros se trata de personas que se creen moralmente superiores y quieren imponer sus ideas progresistas sobre el resto. Lo que se critica es el método coercitivo contra quienes dicen cosas o cometen actos que ellos perciben como misóginos, homofóbicos o racistas. De ahí la cultura de la «cancelación», un boicot social que suele realizarse a través de las redes sociales, contra personas que actuaron o dijeron algo que para ellos es intolerable. El bajista del grupo “botellita de Jerez” se suicidó por una acusación anónima que destruyó se reputación. Nunca se probó nada en su contra. Es el medioevo, la Santa Inquisición.

LA EVIDENCIA EMPÍRICA

En materia económica, el estado omnipresente y garantista asume también el control de la economía, solo que lo hace muy mal. La evidencia empírica señala todo lo contrario. Los países más libres donde el libre mercado es connatural y ni siquiera está a discusión, son los más desarrollados. Hay libertades que ni siquiera están a discusión, nos llevan años luz. En España y América Latina han enquistado a autócratas que promueven el igualitarismo llevándonos a la pobreza. Se enriquecen sin ningún pudor, empobrecen y someten. No son liberales, son fascistas. Eso es lo que ahora se disputa para definir el futuro que queremos para nuestras naciones. Hay mucho trecho que recorrer…