Mario Caballero || Columna

Letras Desnudas || Mario Caballero

*** El deterioro político de Javier Jiménez

Ha generado mucho revuelo, y con justa razón, la designación de Javier Jiménez Jiménez como candidato a la diputación local por el Distrito de Huixtla, quien parece estar empeñado en volverse el hazmerreír de la clase política.

¡QUÉ VERGÜENZA!

En algún momento escribí que Javier Jiménez había desempeñado si no un trabajo sobresaliente en la Secretaría de Hacienda del Estado, sí uno lo más cercano a lo aceptable. Empero, nunca ha tenido tablas para aspirar a un cargo de mayor rango y mucho menos para competir por un puesto de elección popular. Pues detrás de su encargo nunca se vio como un político profesional, sino como lo que es: un contador público. Y la vida misma se lo demostró.

En un primer instante quiso meterse a la batalla por la candidatura al Gobierno del Estado, lo que en lo personal me pareció un acto en extremo soberbio.

¿Quién se creía para querer aspirar a semejante distinción? Mejor aún, ¿será que él tomó por cuenta propia la decisión de lanzarse a esa aventura o alguien más le jugó la cabeza? “Sí, mi Javi, tienes todo para ser el próximo gobernador. No dejes pasar la oportunidad. De hecho no tienes ningún rival a tu altura, ni dentro ni fuera del gobierno (literal). La gente te aplaude en todos los actos públicos a los que asistes, lo cual es señal de que te quieren y que quieren verte en la boleta. Anímate. Vamos. Estás en tu mejor momento”.

Si fue esto último no hace más que confirmar su falta de formación política. Alguien en su lugar, con los dos pies bien puestos en la tierra y con una honesta valoración de sí mismo, hubiera entendido que era un disparate pretender alcanzar el puesto más alto en el estado. Sobre todo, si nunca antes había participado en una elección, ni siquiera por una regiduría, cuya única experiencia lo más cercana a un proceso electoral la tuvo hace 23 años, cuando fue suplente a diputado local por el extinto Partido Alianza Social.

Como su plan de ser candidato a gobernador no le salió como lo pensaba a pesar del terrible despilfarro que hizo en propaganda electoral, con espectaculares, portadas de revistas, publicidad en redes sociales, lonas, pinta de bardas y folletería de todo tipo, el cual se comenta fue pagada con recursos públicos, buscó una postulación al Senado de la República que tampoco logró.

Al respecto, también fue un despropósito dar ese salto. Ser senador no es una dignidad que esté al alcance de cualquiera. Quienes busquen serlo deben demostrar una trayectoria política con reconocimiento, además de experiencia previa en otros encargos públicos, conocimiento sobre las necesidades del estado y tener contacto con la gente. Javier Jiménez no tiene lo uno, ni lo otro… ni lo otro.

Es más, los dos únicos cargos que ha desempeñado en su insulsa carrera política, por hacerle una concesión, no los obtuvo a través del voto popular, es decir, ganándose la confianza de la gente, sino por mera coyuntura. Don Rutilio Escandón lo nombró oficial mayor en el Poder Judicial del Estado y fue él mismo quien lo designó como secretario de Hacienda en 2018. Eso es todo.

Por tal razón, y ante la carencia de una trayectoria política destacable que lo hiciera merecedor de ser propuesto al Senado, podemos decir con todas sus letras que Javier Jiménez fue movido por pura ambición, no por convicción, no por querer servirles a los chiapanecos. Aunque no podemos obviar que detrás de su deseo de obtener un cargo público está su necesidad de refugiarse en el fuero.

Apenas dejó su responsabilidad en la Secretaría de Hacienda se dio a conocer que Javier Jiménez tenía a cientos de aviadores en la nómina de la institución, además de trabajadores fantasmas. De acuerdo con algunos comentarios, los sueldos de estos últimos iban a parar a las manos del hoy exsecretario, que equivalía a varios millones de pesos.

No es todo. Se dice que extorsionó a varios funcionarios del gabinete, a quienes les condicionaba la dispersión de recursos a cambio de prebendas económicas. Por otra parte, es muy notorio su enriquecimiento. Antes de ocupar este puesto vivía en una casa modesta y sencilla, pero ahora vive en una mansión consistente en ocho mil metros cuadrados, donde tiene alberca, jardines y hasta una cancha de fútbol.

Que nadie sea llamado a engaño, Jiménez bis no busca el puesto en función de servir y ser útil a los demás, sino por encontrar protección y por las ganas de seguir vigente.

Luego enfocó su mirada en la presidencia municipal de Tuxtla Gutiérrez. Por lo cual destinó una fuerte suma de dinero para el pago de diferentes encuestas, recursos supuestamente obtenidos de la misma dependencia a su cargo.

¿Cuál fue el resultado? En lugar de demostrar que contaba con la preferencia de la población tuxtleca para encabezar un proyecto a la alcaldía, se exhibió a sí mismo como un político nada profesional, tramposo y farsante. Quién iba a creerle que adelantaba a sus competidores por la candidatura cuando encuestas serias lo colocaban con un bajo porcentaje respecto al reconocimiento de nombre. En otras palabras, pocos ciudadanos lo identificaban y casi nadie había oído de él.

Por tanto, no tuvo la menor oportunidad para alcanzar la postulación, dando por sentado en consecuencia su falta de capacidad para construir un proyecto político atractivo y convincente.

Así, no le quedó más que conformarse con la candidatura por una diputación local en un distrito donde nadie lo conoce. Fue nombrado candidato por la diputación del distrito 16, con cabecera en Huixtla, pero él es de Tuxtla.

COYOTES DE LA MISMA LOMA

La degeneración de la política se debe precisamente a personajes como Javier Jiménez, quien quiso ser director de una escuela y terminó de intendente. Patético.

Empero, a su falta de talento y de construir un proyecto político, se suma su oportunismo. Le tiró muy arriba para ver qué cachaba.

Por lo mismo, no es extraño que le esté yendo mal en su campaña. En Huixtla es un perfecto desconocido, no tiene arraigo, no tiene presencia, ni antecedentes políticos. Lo que sin lugar a dudas afectará a la coalición “Sigamos Haciendo Historia”.

El caso de JJ es igual al de Uriel Estrada Martínez, quien también quiere ser diputado local por un distrito donde nadie lo conoce.

Otras similitudes son que Uriel está acusado de corrupción y enriquecimiento ilícito, lo mismo que Javier Jiménez; los dos buscan el fuero para no darle cuentas a la justicia; juraron ser morenistas, pero van postulados por el Partido Verde, al que ambos descalificaron como un partido de corruptos, y están usurpando la candidatura que le correspondía por derecho a un político originario de la región o de alguno de los municipios que contempla el distrito electoral que ellos disputan.

Sólo falta que JJ se vista de costeñito, con sobrero de palma, camisa floreada y chanclas de pie de gallo, tratando de aparentar lo que no es. Tal como Uriel Estrada, que ha salido vestido con el traje tradicional del pueblo tzotzil queriendo hacerse pasar de indígena.

En definitiva, tanto el distrito de Javier Jiménez como el de Uriel están en riesgo. La alianza oficialista podría perderlos por la misma causa: postular a políticos desacreditados en demarcaciones donde son desconocidos. ¡Qué desperdicio!

yomariocaballero@gmail.com