La Feria || Sr. López
*** El asalto de tan pocos
Tía Rosita como a estas alturas bien sabe usted, murió a los 117 de edad (el abuelo Armando decía que no le creyéramos, que se quitaba años). Vivió en Toluca en la colonial casona donde nació, siempre sana y lúcida hasta que un día sin previo aviso, ella sorprendió a la muerte. De esta señorita (insistía mucho en eso), se pueden contar muchas cosas, pero vistos su buen criterio y clara cabeza, había una sorprendente: creía en fantasmas, en particular en el de su papá, que por las noches tocaba el piano de cola completa que tenía en el salón, para que ella lo escuchara desde su recámara, según ella. Nadie de la familia la contradecía pero sus cinco sirvientas y los vecinos, contaban que por las noches “la señorita Rosa toca su piano”, siendo que no sabía ni Los Changuitos. No hay fantasmas, pero el piano se oía, diario. Cosas de la vida.
La democracia no existe (ontológicamente). Existe la idea de democracia muy adornada y coquetona, idealizada hasta el ataque de glucosa en sangre, pero no existe, no hay por ahí una señora Democracia. Es un invento provisional en lo que se encuentra una mejor manera de gobernarnos (no coma ansias, es cosa de unos cuantos milenios), y en algunos países la cosa va mal.
Enseña Carlos Pérez Soto (‘La democracia como dictadura’, páginas 29 a 48, para que no batalle), que la democracia se ha convertido en un medio eficaz para la contener opositores y desarticular movimientos sociales (no es cita). Dice don Carlos (sí es cita): “Los representantes no representan a los representados. Los altos niveles de abstención, el monopolio de los medios de comunicación, el clientelismo estatal, la falta de transparencia (…) la manipulación constante de la opinión pública a través de “agendas” de comunicación artificial (…) el doble discurso que combina mensajes “liberales” y concepciones “progresistas”, amenazas veladas y advertencias sobre “enemigos” e “imprudencias”, son sus principales herramientas”. ¡Cuán cierto! (y lo escribió en 2015, no echó pedradas contra nadie de por ahí de Palacio).
Esa democracia ficticia que se funda en elecciones libres pero manipuladas, está en el origen de la “democracia administrada” que conocemos y que de tan presente ya no la vemos como lo que es, una apariencia de democracia, un remedo, una democracia viciada, ficticia en último término, cuyos principales síntomas son el dominio de un Poder, el Ejecutivo, sobre el Legislativo y el Judicial; la aversión a órganos autónomos de vigilancia y control de los actos de autoridad; no rendir cuentas; y la aplicación discrecional de la ley.
Sí, así se llega a la democracia hecha dictadura, sin decir jamás su nombre, predicando a los cuatro vientos su naturaleza democrática, cuando es su gradual supresión, al imperar el líder y su grupo político que han conseguido el Poder Ejecutivo, sobre sometidos poderes legislativo y judicial, y anulados órganos autónomos de control, todo validado mediante la estafa de las modificaciones legales a modo, antidemocráticas por solo eso. Eso les es vital, la apariencia de legalidad, que es el maquillaje de la concentración del poder, del autoritarismo fundado en comicios, plebiscitos, consultas populares, todos bajo el influjo de la maquinaria de propaganda de la autoridad que así pregona que “el pueblo manda” al tiempo que ensalza como virtud cívica la obediencia presentada como lealtad y tacha el disenso de traición.
Y contra toda lógica, es asombroso el trágico éxito de las tiranías. Sí, sobran ejemplos en la historia del sometimiento de inmensas mayorías al mandato irrecusable de un poderoso, de un grupo, de un partido hegemónico. Pareciera que los humanos tenemos tendencia a la sumisión, tal vez atavismo de los muy largos milenios en que el cavernario de la macana más grande se imponía a todos a porrazos. Esto de la democracia ya en serio, empezó en el planeta después de la Segunda Guerra Mundial, lo de antes fue rara peculiaridad en pocas naciones.
Así y todo, hay inteligencias superiores como la colosal fraile dominico, catedrático de la Universidad de Salamanca, don Francisco de Vitoria (1483-1546), inmenso escolástico cuyo pensamiento se cimentaba en el realismo a toda prueba de Aristóteles y santo Tomás de Aquino. Reconocido padre precursor del derecho internacional, homenajeado por la ONU y cuyo nombre lleva la Sala del Consejo del Palacio de las Naciones, en Ginebra, Suiza; principal defensor de los derechos humanos de los indios de América, enseña seis principios, en su Cuerpo Jurídico al hablar de derechos individuales y buen gobierno, de los que señalo a usted: el numero 4.- La necesidad de mantener un gobierno controlado y limitado; el 5.- La defensa de la soberanía del pueblo y del principio de consentimiento de los ciudadanos; y el 6.- La defensa del derecho de oposición o rebelión frente a los tiranos. En el siglo XVI, gobierno controlado, soberanía del pueblo, derecho a la oposición y hasta la rebelión.
Otro es Étienne de La Boétie, quien escribió en 1548 el ‘Discurso sobre la servidumbre voluntaria’, planteando la cuestión de la legitimidad de la autoridad sobre una población y sostiene que es esta la que se somete al poderoso, que el poder no resulta de cualidades únicas de quien lo ejerce, que el poder resulta de la sumisión, la obediencia de los que así son súbditos, quienes no advierten que si no obedecen, los gobernantes no tienen ningún poder.
Paradójico pero cierto, es la gente la que dota de ese poder inmenso a quienes los someten, llegando al absolutismo del gobernante que no se considera sujeto a ninguna ley, ni limitado por ninguna institución.
Y todo esto para que veamos a las claras y sin dramatismo, la peligrosa deriva autoritaria en que estamos… sometidos, dóciles, creyendo la fantasía de que el gobierno nos puede controlar a 130 millones: no hay fantasmas ni gobernantes omnipotentes. Pero, igual, mientras se discute nuestro destino no hay una vigorosa reacción pública contra el asalto de tan pocos.