María Francisca Ramos Ramírez || Opinión

María Francisca Ramos Ramírez

En la zona rural existen condiciones de violencia contra las mujeres, quienes empiezan a hacer vida de pareja a muy temprana edad, a veces en unión libre y en otras casadas, en ocasiones desde los 12 años, porque si rebasan los 20 ya son consideradas “quedadas o solteronas”. Frecuentemente las niñas aún estudian primaria, secundaria o están a la mitad de la educación media superior cuando deciden “huirse” o salen panzudas, como suele decirse coloquialmente en los ejidos. 

Esta situación es alarmante y preocupante, ya que no están preparadas y carecen de madurez emocional y física, pues están en proceso de crecimiento. Existen historias de parejas que ni siquiera se pueden casar debido a la edad de los contrayentes, de 12 a 17 años, y tienen que esperar tres o cuatro años para que el Registro Civil permita el enlace con la autorización de los padres, ya que siguen siendo menores de edad, pero en el lapso de espera la pareja ya procreó dos o tres hijos, con la consecuencia de ser niños criando y educando a niños.

Es común que algunos varones no quieran casarse porque la novia no les “pagó bien”; es decir ya no era virgen, y entonces familia del “novio” lo apoya para evadir el matrimonio o busca un acuerdo económico con los padres de la “novia”, quienes venden la dignidad de la niña por una cantidad miserable que puede ir de 15 mil hasta 80 mil pesos.  Eso es realmente indignante, porque se trata de viejas prácticas que equivalen a la venta de las mujeres, que deberían erradicarse ahora que están en boga la sororidad, el respeto y la protección de sus derechos.

Como mujer y como madre es triste pensar que una niña juegue el papel de ama de casa cuando debería tener actividades propias de su edad, sin tener que levantarse a las 4 o 5 de la madrugada para ir al molino de nixtamal, regresar a preparar tortillas y a hacer desayuno para que el marido, muchas veces adolescente, pero en otras mucho mayor, se vaya a las labores del campo, lavar ropa, cuidar hijos, limpiar la casa y preparar la comida para cuando él regrese. Por lo general estas parejas viven en casa de los padres del hombre, con la mujer sujeta a la supervisión y los regaños de la suegra, porque obviamente no sabe hacer casi nada, además de tener que tolerar las agresiones verbales y físicas del marido y aguantar la situación económica precaria. 

Para transformar esta realidad, los padres de familia deben reflexionar sobre lo importante de una buena comunicación con los hijos y de enseñarles a disfrutar con responsabilidad su juventud sin premura de casarse y aventurarse a formar una familia siendo tan jóvenes, y que lo mejor para ellos sería estudiar, aprender algún oficio, viajar, experimentar y un mundo de opciones que pueden conocer. Cuando toca crecer en un entorno rural las posibilidades de estudiar o aprender actividades como danza, música, dibujo, repostería, estética u otros tantos oficios es casi imposible porque simplemente no existen opciones, ya que estas funcionan únicamente y a medias en las cabeceras municipales, pues lamentablemente casi nunca cuentan con el personal y la infraestructura necesarios para abrir oportunidades a niños y adolescentes.

En un ámbito donde no hay más que lo básico y se carece de lugares de entretenimiento y aprendizaje como cines, museos, casas de cultura o bibliotecas, lo único valioso a lo que se puede aspirar es a estudiar la educación básica en la comunidad y después salir a buscar horizontes para continuar con la formación académica, a pesar de los escasos recursos económicos familiares, ya que la mayoría de la población tiene como única fuente de ingresos la agricultura. 

Ante tanta adversidad es gratificante saber que cada vez hay más profesionistas, entre ellos muchas mujeres que han logrado romper la barrera del machismo y ejercer su derecho a la educación, además de sentirse capaces, independientes y empoderadas. 

Ellas merecen aplausos por su esfuerzo y ojalá muchas más se sigan formando para ser ejemplo de las nuevas generaciones. La educación contiene la violencia y contribuye a conocer y defender los derechos de la MUJER, y saber que, lo mismo que los hombres, merecemos ser respetadas y vivir en paz e igualdad.

Las mujeres tienen un largo camino de resiliencia y son capaces de salir adelante con resultados positivos para ellas y sus familias