César Trujillo
Javier Duarte de Ochoa, exgobernador de Veracruz detenido el 15 de abril en Panajachel, un poblado del suroccidente de Guatemala, sonríe. Se mantiene sereno mientras escucha un discurso sobre artículos y su situación legal, y sonríe. Se juega la barba, se acomoda los lentes y sube los codos para recargar en sus puños —con los dedos de ambas manos entrelazados con antelación—parte del mentón que se encuentra cubierto por una barba abundante y cuidada (la prisión lo ha tratado bien). Sonríe porque será extraditado a México para enfrentar la justicia. Sí, la misma que tiene pesos y posturas diferentes, acorde al estrato sociopolítico del acusado: la historia no miente.
Toda la antesala es sólo parte del oficialismo y de la formalidad que el caso amerita. Javier Duarte se sabe seguro y está confiado de regresar sin problemas a nuestro país. Acepta ser extraditado “para enfrentar a la justicia mexicana”, pero no acepta los cargos que le imputan. ¡Curioso! Al exgobernador —el mismo que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, pusiera como ejemplo de lo que es el nuevo PRI, hace unos años— lo acusan solamente de los supuestos delitos federales de delincuencia organizada (durante su gestión 2010-2016) y operaciones con recursos de procedencia ilícita.
Fue en una de las salas del Tribunal Quinto de Sentencia Penal, Narcoactividad y Delito contra el ambiente, del hermano país de Guatemala, que Duarte sonrió nuevamente. Esta vez no fue invitado a mostrar el dejo de sonrisa que le provocara el periodista Gaspar Romero, cuando aún el exgobernador era un imberbe y portaba hasta un chaleco antibalas, como medida de seguridad.
De ese tiempo a la fecha las cosas parece le han favorecido. Por algo, con una sentencia lingüística breve y concisa señaló a la prensa: “estoy tranquilo”. Muy tranquilo, diría yo. Recordemos que el 19 de abril, en su primera audiencia, con un rostro temeroso y de desconcierto, había rechazado su extradición porque no había, quizá, garantías para su regreso (¿Las hay ahora?). Empero, las cosas parecen haber cambiado de algún modo y le sonríe la suerte, y él le corresponde.
Digo, pues, que al exdiputado federal del distrito XVI de Veracruz en el 2009 le guiña el ojo la impunidad que impera en México. Esa que ha permitido a los políticos sumir al país en la pobreza y pobreza extrema: 55.3 millones de personas (46.2 por ciento) se mantienen en esos parámetros, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social; esa que nos muestra nombres y nombres de políticos prófugos tras desfalcar a sus estados y no pasa nada. Así, Javier Duarte sonríe porque sabe que la ley en México se tuerce a modo (Humberto Moreria es un claro ejemplo de cómo el PRI se vuelca a defender ladrones; o bien, se les premia, como en el caso del exgobernador de Chiapas, Juan José Sabines Guerrero, ahora cónsul en Orlando, Florida).
Javier Duarte regresará a México y es donde no podemos olvidar que su gobierno en Veracruz arrojó un total de 17 periodistas asesinados y tres desaparecidos. Recordemos que Reporteros Sin Fronteras señaló que ese estado fue el tercero más letal del mundo para los comunicadores en 2016 y solo superado por Afganistán y Siria, delitos que no se le imputan y que se mantienen en el olvido y sin justicia. Tampoco se le achaca el hecho de que cinco atletas fallecidos seguían cobrando becas, del Instituto Veracruzano del Deporte, durante su gestión.
Menos aún se le acusa de los más de 2 mil 500 homicidios dolosos durante su sexenio, ni las mil 647 denuncias por desaparición de mujeres, ni el despilfarro que heredó y que alcanzara la cifra de tres mil 500 millones de pesos de deuda, una impagable y que es muestra del nivel de corrupción en nuestro país.
Quizá, en el fondo, Duarte también sonría por eso: porque sabe que esto es México y que es un paraíso para la corrupción y la impunidad, porque sabe que varios de sus colegas están prófugos de la justicia y que si caen es porque así les conviene, como cayó él; o porque sabe que podrá revelar algunos nombres y se destape una cloaca donde brotarán algunos asuntos de corrupción institucional, si así le conviene.
Manjar
En la antesala de las vacaciones de verano, mismas que son esperadas con ansias por el sector hotelero, restaurantero y el de transportes, los bloqueos parecen mantener ahí, estoicos e inamovibles. Al menos en Ocosingo éstos se mantienen latentes y no dan las garantías de seguridad que se requiere. Si a esto le sumamos la ola de violencia que se ha desatado en Yajalón y Chilón, donde se han presentado asaltos y ataques con armas de fuego, pues las cosas pintan un poco peor. #Yaveremos // La recomendación de hoy es “El gato y el ratón” de Günter Grass y el disco “My Baby Just Cares for Me” de Nina Simone. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
@C_T1
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